sábado, junio 07, 2008
José Tomás en Madrid
El pasado día 5 reaparecía en la monumental venteña el "galáctico" de Galapagar y firmó un triunfo de leyenda. Al contrario de lo ocurrido el día anterior con "Cayetano" y la imposibilidad del ganadero Domingo Hernández a pesar de tener dos ganaderías para cumplimentar un encierro con la dignidad y presencia necesarias para lidiar en la primera plaza del mundo el ganadero Victoriano del Río si que tuvo toros para el compromiso. Seís de diferente manera y condición, pero tenía toros y aunque alguno como el quinto más terciado fueran dudosos su juego hizo olvidar el tema presencial.
La cosa era que la plaza fué a ver al torero de sus sueños y lo encontró. La cosa apuntaba mal, pues especialmente con el de Galapagar todo era reverenciado como si fuera oro y no era así. En su primera aparición durante la lidia del primer toro de Conde, para hacer un quite por gaoneras todas, las tres, fueron enganchadas pero al respetable le dió igual y las aplaudieron como si fuera la quintaesencia del toreo. A su primero le hizo una faena seria, pero llena de enganchones y lo mato en una suerte a "topacarnero" dejando media estocada mal colocada. Como al respetable le daba igual y el señor Trinidad es de pañuelo rápido le otorgó dos orejas no se sabe bien utilizando que baremo. En su segundo el ya comentado terciado quinto si que impresionó a la plaza, lo torero de principio a fin con primor, verdad y largura. Las series se sucedian sin fallos y contaban hasta de seis y siete muletazos, lo que acostumbrados a no ver más de cuatro significaban en máximo para extasis de los espectadores. Siempre serio, siempre en sitio e inmutable a las inclemencias del viento ese que dicen los demás que no deja estar. La estocada tampoco es que estuviera en orden a la ortodoxia pero fué entera y efectiva. Se declaró el estado de extasis colectivo y aunque en mis augurios me parecía a mí que a razón del baremo de las dos primeras orejas esto quería decir que con esta primorosa faena al torero ahora le iban a dar hasta el rabo la cosa se detuvo en la segunda oreja sin tampoco una petición ulterior que indicara que el respetable deseara más.
Me gusto el torero, pero además es de agradecer que no utilizara su repertorio actual, que se olvidara del circo y que se adecuara a la tauromaquia eterna. Se dejó en casa los arrimones, las manoletinas, el uy y el ay. En fin que se ajustara, que citara en cacho, que los naturales fueran largos y ajustados, que diera sitio y que nos encandilara a todos con su faena.
Por la plaza aquella tarde pasaron también Daniel Luque que confirmaba alternativa y no pudo resolver las carencias del descastado primero y en el sexto aunque lo intentó no pudo reseñar nada tras el extasis tomasista. Del tercero en discordia solo informar que nos evitó de contemplarle en ese nuevo lio que se ha inventado y que consiste en irse a treinta metros del toro e iniciar un balet que parece la obertura del lago de los cisnes. Con la muleta naufragó y con el capote no encontró el sitio.
La foto como no del genial Juan Pelegrín.
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