Martes, 09 de octubre de 2007
La de Cebada, como la Guardia Civil. Brusca, peligrosa y buena gente, de todo había pero para verla. A los toreros los trincaron sin los papeles.
La corrida de Cebada fue la corrida de la Benemérita. Y es que era como la Guardia Civil según la cuentan los abuelos. Se acuerdan de aquellos guardias de mostacho, tricornio, capote y mauser al hombro.
El primero, un amable melocotón, sin cara pero noble y colaborador donde los haya. A este el charro López Chavez le entendió al reves, y en vez de tratar de quedar bien con dicho guardia le hizo la del sobrado de copas que se lió a montársela al guardia. Lo del temple y lo del salmantino son conceptos del toreo reñidos. Lo que bien podía hacer el salmantino es dar clases en Talgo o en Siemens, a ver si los AVE's van más rápidos.
El segundo era aquel guardia pequeño y carente de bigotes, pero Valverde tampoco lo entendió y aunque la aparatosidad del animal, perdón del guardia, no era para asustar se intentó poner bonito en algun lance e intentó quedar bien, pero claro el guardia era tan pequeño y con tan poco bigote que la gente no le echó cuentas.
El tercero, dentro de su resquemor y mansedumbre, era el típico guardia con ganas de pedir papeles, papeles todos y que no te falte ninguno. De hecho el guardia le explicó al torero durante toda su lidia que queria ver la documentación por el lado izquierdo, mientras el torero le intentó siempre mostrar la documentación del lado derecho. Al final la concurrencia decidió que por presentar batalla por el lado derecho merecía el diestro una oreja, pero la realidad es que si el planteamiento hubiera estado basado en la franca embestida del piton izquierdo y no la batalla presentada por el derecho hubieramos hablado de otra faena y de un gran triunfo.
Para pedir papeles de todo tipo y condición el quinto, un cebadita con ganas de guerra, falta de bravura y ganas de defenderse de cualquier cosa que le molestara. Pero para no molestar Valverde, decidió no plantar cara y tirar por el medio de estar por allí sin meterse con nadie y ver si el astado pasaba por pasar. Pero no fué así la cosa y el astado si no estabas con él decidia estar contigo y en uno de esos lances fuera de sitio le arreó una cornada que por suerte solo hizo mella en el traje y proporcionó faena para que el sastre intente recomponer dicho traje o en su caso deba realizar uno nuevo en sustitución del destrozado.
El sexto era un guardia con todo su bigote, pero a cambio y todo según mi criterio no veía de cerca ni torta, y por tanto se dedicaba a otear el horizonte y no fijarse en las telas. Por tanto este no tenía ganas de pedir papeles pues en el supuesto que el valiente de turno los tuviera no podía leerlos, y entonces para que coño los quería. Con su sola presencia llenaba la plaza y aterrorizaba a los que por allí pasaban, pero eso en una ganadería como esta no sirve, además debería haber visto bien.
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