Manuel Jesús "El Cid" debería puntuar en un escalafón aparte, pues nunca consigue refrendar esos magnificos triunfos que consigue toreando con la necesidad de la rúbrica de un espadazo por su sitio. Entonces dimite de su oficio, matador de toros, y queda solo como toreador de estos.
La faena que le hizo tanto a su primnero como y sobretodo a su segundo pusieron a todo el mundo de acuerdo en que su concepto del toreo es puro y bello a la vez. En épocas pretéritas este torero hubiera abandonado la plaza por la puerta grande en hombros de los aficionados y loor de multitudes. Pero como con el tiempo todo hay que regularlo y reglamentarlo que hay mucho golfo por ahí, ahora para poder salir a hombros de los correspondientes costaleros de la cofradía del sobre que te endiño es necesario cortar unos apéndices bajo el criterio del público y del usía. Nada que objetar a esto, solo que estas grandes faenas de este torero como aquella del toro de Hernanadez Plá, el Victorino, El Alcurrucén, etc. Nos devuelven a las miserias de algunos apendices cortados sin ningún fundamento y antetodo por unos autobuses bien distribuidos por la plaza.
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