Miércoles, 29 de agosto de 2007
En la plaza de Tarazona se celebró un festejo en que una improvisada tormenta a la muerte del 3º nos confirmaba que en la plaza no había ni media entrada. La gente de los tendidos subió corriendo a las gradas y aún así en estas sobraba sitio para todos.
Los toros que Javier Sánchez Arjona cria a modo para los toreros son eso, productos para los toreros. No propician espectáculo ninguno y solo los actuantes disfrutan con ellos. Un ganadero tradicional y acostumbrado a las cualidades y espectacularidad de los "coquillas" típicos de la casa no sabemos que opinará viendo estas cosas salidas de la misma dehesa que sus nerviosos productos tradicionales.
En su word-tour de despedida por los ruedos comparecía "Jesulín" en el coso turiasonense para no hacer nada sino saludar a los peñistas. A su primer perritoro -una cosita pequeña, sin cuernos ni cuajo alguno que hubiera tenido problemas de reconocimiento en una eralada de la plaza de Zaragoza- se lo llevó a los tercios de sol y allí le instrumentó pases sin orden ni concierto ni ajuste ninguno. Pero como cada vez que el animalito pasaba el torero levantaba la cabeza hacía los peñistas que se estaban duchando con vino estos le aclamaban el saludo y parecía que incluso habría instrumentado algo, pero solo era la educación de los peñistas que devolvian el saludo. Como para matar se situó fuera de jurisdicción pues lo pasaportó como pudo y aquí paz y después gloria. En su segundo una raspita poco apropiada para el lucimiento, volvió a ofrecer un espectáculo parecido y supongo que alguen en el transcurrir de los tiempos dirá que en su ¿última? temporada Jesulín estuvo en Tarazona.
El primer toro del Cid debió sorprender gratamante a su lidiador, recortadito, inofensivo por delante y una hermanita de la caridad. El toro era para abrazarse e irse los dos, toro y torero de copas por el centro de la localidad y celebrar las fiestas juntos. Ni un extraño ni un mal gesto tuvo el toro que incluso después de una estocada caida, atravesada y muy trasera dobló para que parte del respetable pudiera reclamar la oreja y el presidente, sin problemas de ningún tipo, la otorgara a la mínima. Su segundo ejemplar no era sino una raspa con cuernos, una sardineta o, como dice mi amigo Labella, un "jurelillo". La suficiencia de un torero que anda en racha y con un oficio a base de tragar con muchos toros, que viene de matar una de "Victorino" en Bilbao todita para él, ante aquella cosa le hizo instrumentar unos cuantos pases de bella factura lo que ligado al plante de sus subalternos que no se retiraron de la cara del animalito hasta que el presidente no concedió una segunda oreja hicieron que el Cid, saliera por la puerta grande. Otra que se suma a la estadística pero viendo como fué la cosa es para sospechar y mucho de dichas estadísticas.
El tercero no en discordia, pues el muchacho no está para reñir con nadie, era el cincovillés Alberto Álvarez. A su primero un torete fácil y sin estridencias de presentación lo recibió con suaves verónicas que acabaron en la boca de riego. Con la muleta empezó con un pase cambiado que animó a las peñas. Por la derecha le hizo al toro dos largas series de muletazos, una vez cambió a la izquierda perdió ajuste y para acabar encima del toro sin darle unos merecidos descansos que este necesitaba. Esto le hizo al astado ir parandose y rajandose. Acabó Alberto con una estocada contraria y entera atracandose de toro. Lo que en proporción a la oreja que había cortado en el anterior el Cid, nos indicaba que a este torero le correspondian por lo menos dos y un paquete de chicles. Las dos orejas las concedió con rapidez el presidente y a estas horas desconocemos si se le entregó al torero el obsequio de unas chuches. El sexto toro era altón, feo e inválido completo. En capotes se cayó tres veces, a la salida del caballo otra y llegó a la muleta pidiendo muerte rápida que aliviara sus carencias de todo tipo. Lo pasaportó el torero y hasta aquí el festejo que supongo que algunos veriaís por televisión y os parecería otra cosa.
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